Crueldad Infantil vs. Maltrato al Infante

agosto 08, 2012 Santoñito Anacoreta 0 Comments


A raíz de una foto que compartí en mi perfil de Facebook, estos otros textos de entre muchos que sobre la crueldad puede uno encontrar en la red (http://aprendizdebrujo.net/2009/11/21/sobre-la-crueldad-de-los-ninos-y-la-nariz-de-mi-tia/http://lacomunidad.elpais.com/pat/2007/8/2/crueldad-innata), o las noticias sobre niños asesinos (como el niño sicario mexicano) y ejemplos terribles como este donde unos niños queman a una cría de gato, me di a la tarea de actualizar y ampliar mis conocimientos al respecto del tema a tratar aquí, investigar a fondo, si bien sin ser experto; para fundamentar adecuadamente la siguiente meditación antropológica.

Por más que nos espantamos de la crueldad de los adultos, por sangrienta, la crueldad, sobre todo psicológica, de muchos niños es para dejar pasmado.


El hoy llamado bulling (que experimenté personalmente en mi infancia, cuando fui víctima de linchamiento a los 9 años) es sólo una muestra y tiene distintos grados de gravedad. Y no es un comportamiento solo aprendido de los adultos.

Está probado por la psicología y la psiquiatría infantil que, alrededor de los 9 años y hasta los 15, todo niño y niña (en especial los varones) genéticamente están predispuestos a ejercitar comportamientos de una competitividad que incluye la crueldad sin límites, como parte del crecimiento, el descubrimiento y desarrollo de la identidad, el liderazgo y otras características individuales.

Si nos instalamos en una ñoña postura de paternalismo ciego, tenderemos a justificar muchos comportamientos al amparo de la "inocencia" infantil. No hay tal.

También, mucha de la crueldad que los adultos lloramos y recriminamos cuando la vemos aplicada sobre los "inocentes" animales tiene su fundamento en esos comportamientos de la infancia. Pero a muchos adultos les parece gracioso, disculpable que los niños "jueguen" bruscamente con las mascotas o descarguen en ellas sus frustraciones e ira infantiles, al fin, son arranques de "bebé", o encontramos justificaciones para la brutalidad basadas en el señalamiento de la torpeza natural correspondiente a la edad de desarrollo en que se halle el infante, o en desórdenes psiquiátricos de disociación social. Insistimos en ver a los niños como criaturitas indefensas, angelicales, cuando no los vemos como "símpáticos demonios". Olvidamos que son adultos en potencia, hombres y mujeres en desarrollo y por lo tanto tienen todos los vicios y defectos de nosotros, aun cuando en formación.

Sí, nuestra tarea, ya como adultos "conscientes" y con experiencia y conocimiento de causa es, presumimos, incidir en la adecuada formación, no en la deformación de los niños y los adolescentes. Lo que han querido inculcar algunas escuelas psicológicas idealistas es el concepto de que son "moldeables" las conciencias. Esto es discutible frente al peso de las condiciones biológicas, más cuando están reforzadas por las condiciones sociales. Y sobre esto último, queremos creer que los niños son como visitantes en una sociedad de adultos, como si los adultos hubiéramos inventado la sociedad; o como esponjas que absorben lo bueno y lo malo por ósmosis cuando no por instrucción. Error. Un niño es un ser muy complejo, tanto como el adulto que germinará en su persona.

El tema es arduo, con aristas, muchas de ellas de carácter moral, y la ciencia hoy está aportando poco a poco elementos para comprender más el comportamiento infantil. Seguiré ahondando en él, y más para liberarme de la barahúnda de prejuicios que madres y padres generan por amor a sus hijos. Yo no he sido padre, cierto, pero lo he sido en un sentido putativo de mis sobrinos y mis pupilos. Porque en la labor de formar tanto como en la de procrear, uno no puede, no debe olvidar el origen y la evolución de las especies.

Entre la crueldad, el maltrato y la interpretación de la conducta
¿Es esta una meditación darwinista? Tal vez, y por fortuna abierta a futuras vertientes. El animal humano es una criatura tan apasionante... Lo que sabemos de nosotros es apenas una pincelada que pretende asentar la base para el retrato de quienes somos.

Una cosa me va quedando clara. No es lo mismo la crueldad infantil, la que los infantes ejercen, que el maltrato que los adultos ejercemos sobre ellos. Como tampoco es lo mismo la "crueldad" que el acoso, como también es importante distinguir el acoso del hostigamiento. Y lo apunto para no olvidarlo, porque está muy traído y llevado hasta la confusión el doble concepto para nombrar dos cosas distintas y la facilidad con que mal interpretamos los significados, causas y efectos de determinados comportamientos.


A una chica preocupada por un supuesto caso de acoso de parte de un compañero en su escuela le dije alguna vez a través de las redes sociales:

Seré abogado del Diablo. Hoy es muy fácil acusar de acoso a cualquiera, más cuando el "pretendiente" es torpe en sus empeños por conquistar a la chica o la chica no gusta del "pretendiente" y toma sus empeños como una molestia. Estoy de acuerdo en que, de ser verdadero acoso u hostigamiento (cosas diferentes) acudas a las autoridades respectivas en tu escuela y/o tus padres y los de él para hacer la acusación respectiva, pero primero tienes que estar plenamente segura y, si tienes manera de aclarar las cosas con él, hacerlo primero por ese camino. Piensa también que, así como para las chicas puede ser "traumática" una situación así, una acusación en falso también puede resultar nociva para el presunto acosador. No te dejes llevar por reacciones virulentas, viscerales y violentas como algunas que he leído. Piensa bien antes de actuar.


Así, cuando tú o yo leamos "crueldad infantil" y "maltrato infantil", no olvidemos que un adulto, al maltratar a un niño, no comete "maltrato infantil", sino "maltrato adulto sobre un infante". Tendemos a mal usar de tal manera las palabras... Y lo peor, acabamos conviniendo por comodidad o ignorancia los usos y las gratificaciones que con las palabras nos acomodan. Pero esta digresión ya es tópico para otro momento.

El grado de incidencia del comportamiento cruel sobre la personalidad de cada quién tiene también y mucho que ver con el punto de vista desde el cual el agredido entiende la agresión. ¿Fue cruel el profesor que en la secundaria me impuso el apodo de "Tucán" burlándose de mi nariz? ¿Fueron crueles los compañeros de salón que jugaban a imaginar mi nariz más grande de lo que era, tanto que cuando me llamaban desde las filas de atrás para que volteara, todos los sentados detrás de mí se agachaban risueños, coordinadamente? Si hubiera dado más importancia a cosas como esas, luego de cosas peores y más traumáticas que experimenté más chico, hoy quizá no sería acusado por algunos de cínico. El cinismo fue mi forma de defenderme de las mofas, cuando otros optan por liarse a golpes por la indignación y la impotencia, sintiéndose héroes, vanagloriándose de su "hombría" para enfrentar la adversidad social; o cuando otros optan por retraerse miedosos del grupo, disminuídos en su confianza en los otros y, peor, en sí mismos.

Pero yo también fui cruel y, a sabiendas, por diversión. Inyectaba escarabajos con alcohol, con aire y me divertía verlos inflarse hasta estallar. ¿Por qué lo hacía? Porque jugaba a ser científico, investigaba. Fui cruel con uno de mis mejores amigos, burlándome de su dentadura, obligándolo a comer picante, pero bien que lo defendía cuando los otros se cebaban sobre él. Hoy, somos como hermanos y vemos aquellas situaciones como "chiquilladas", "travesuras". Él mató a una rana que diseccionamos viva cuando, queriendo tomar una muestra de sangre para ver al microscopio pinchó accidentalmente un pulmón. Él compró el conejo que diseccionamos en la escuela. Él no pudo cortarlo, se encariñó con "Rabito", pero otro compañero optó por tasajear al cadáver y bromear con la vejiga, la que cortó contra la advertencia de la profesora de Ciencias Naturales en la secundaria, para apestar el salón.

La crueldad la llevamos en nosotros, mas no por sernos natural hemos de prohijarla. Acaso podemos tratar de contenerla, porque ni modo de "canalizarla" hacia actitudes y actos positivos, porque sería tanto como disfrazarla de mal menor, de hipócrita bondad.

0 comentarios:

Gracias por sus comentarios con "L" de Lector.