Decires empolvados

abril 30, 2012 Santoñito Anacoreta 1 Comments

Hace unos días, una amistad me hizo un señalamiento respecto de mi forma de expresión. Utilicé una palabra bastante coloquial, "chorcha" que, a juicio suyo, era más empleada por las abuelas que por nuestra generación de casi medio siglo y cuantimás de las menores. "Tu hablar suena viejo". No lo dijo así, pero lo dio a entender.

Las palabras existen para ser usadas. La razón por que caen en desuso no es un asunto de moda, aunque así se piense que es. El desuso viene como consecuencia de la reducción del léxico, o sea del vocabulario heredado y adoptado por el hablante, como también por el recambio, es decir, el rescate de palabras dejadas en el olvido para decirlas con nuevas pronunciaciones y hasta nuevos significados. Tiene que ver más con las circunstancias culturales que con el gusto individual. Dicha resta viene de una doble elección: herencias culturales o individuales aparte, uno escoge las palabras que más le acomodan a su entendimiento, gusto o costumbre y al del círculo social en que se desenvuelve y su nivel de conocimiento y utilidad prácticos; uno elige el grado de ignorancia, es decir, uno elige ignorar lo que le incomoda o aisla.

De esta doble elección deriva la selección del público, de la gente con quien uno puede tener o dejar de tener contacto.

Tener uno más o menos palabras en el haber lingüístico personal no le hace a uno mejor ni peor que el resto de los hombres, aunque sí dota de una más amplia y variada gama de “armas” para argumentar el diálogo alrededor de lo que uno cree, descubre, inventa, es. No obstante, la creencia parece ser la contraria.

Si, por una parte la abundancia de palabras en nuestro idioma castellano, aunada a su historia y ,derivada de la misma, la riqueza y complejidad de sus estructuras gramaticales y de construcción lo hace uno de los lenguajes más deliciosos y arduos de aprender, por otro lado el desdén que los hispanohablantes tenemos por nuestra misma lengua nos vuelve unos ingratos con nuestra naturaleza y mina y menoscaba  nuestras posibilidades y capacidades expresivas.
El comunicador cuidadoso... Aún más, el hablante cortés y perspicaz procura una de dos opciones: expresar su sentir y su pensamiento de forma tal que sea asequible para cualquiera, o hacerlo de tal manera que sólo unos cuantos comprendan su decir.

Examina los párrafos que llevamos arriba, amigo lector. Estoy seguro que varias palabras no forman, o eso crees, parte de tu vocabulario. Digo, “eso crees” porque en realidad ahí están, en tu ADN cultural, latentes en las páginas de la enciclopedia guardada en tu memoria gracias a una larga evolución y a una, no por menos larga menos importante, civilización. Almacenadas a la espera de que las despiertes de su letargo por medio del simple acto de decirlas o leerlas.
Vuelve a esos párrafos y copia o subraya esas palabras. Quizá subrayaste entre ellas la palabra “chorcha” que detonó este artículo. Te pregunto, si la hubiera sustituido por una palabra más “usual” como “barullo” o por la frase “un conjunto de gente divertida”, o por “relajo” o “desmadre”, ¿te habría sido más cercano el significado del texto? Es muy posible, pero entonces yo te habría limitado la posibilidad de asimilar y, por qué no, aprender y aprehender juntos una palabra nueva capaz de enriquecer el acervo (que no acerbo) de recursos lingüísticos con  que podrías expresarte en el futuro inmediato, aún más que el mediato. Ponerte incluso un ejemplo ante propios y extraños, como a veces nos parecen las jóvenes generaciones, ya en la academia, ya en la propia casa. Habría limitado la posibilidad de existencia de una manera de “pintar” un comportamiento, un objeto, un concepto, un sentimiento, una situación, hasta una manera de entender la existencia.

Sí, somos lo que somos en buena medida por el diccionario que empleamos. Hay quienes usan la Biblia o la Constitución como fuente de ideas o para corregir lo elemental; hay quienes se basan fundamentalmente en los carteles publicitarios, en lo impreso en los periódicos y revistas para algo más que formar opinión y hay quienes, más modernos o posmodernos, se atrincheran en la información que circula por redes sociales, sitios web o simplemente en lo que dice la gente.

1 comentarios:

Gracias por sus comentarios con "L" de Lector.