Prohibido prohibir

marzo 30, 2016 Santoñito Anacoreta 0 Comments

(El siguiente texto es un capítulo de mi ensayo Infernal hermosura, en preparación.)

EL TEMA DE LOS NARCOCORRIDOS, como antes el de los corridos revolucionarios o las canciones de amor y contra ellas o ellos, o en su momento el jazz o el rock & roll, ha sido uno que, en México y Estados Unidos (y no nada más), ha generado no solo polémica, sino incluso censura gubernamental, habiendo llegado al extremo de, como hizo el exalcalde de Ciudad Juárez, Javier Garfio —a quien se le otorgó la licencia para dejar el cargo el 6 de diciembre del mismo 2015—, proponer su prohibición y, en caso de desacato, sanciones como multas hasta por 330 mil pesos o arresto hasta por 36 horas a los responsables de las emisoras que transmitan tales contenidos o incluso a los cantantes populares y grupos de trovadores que difunden tales canciones en bares, cantinas y otros centros de entretenimiento (CORIA Rivas, 2015), lo que contrasta no nada más con la opinión de cronistas musicales o estudiosos del tema, autores de diversas disciplinas artísticas, sino de la misma Kate del Castillo, pues ven en ellos lo que justamente son, a despecho de las buenas conciencias: una forma de expresión popular [corrección de estilo mía]:
Yo creo que estamos en un mundo libre. Somos adultos. A los niños hay que cuidarlos, desde luego; tener censura, en casa, porque todo empieza en casa y la educación empieza en casa. Pero los narcocorridos a mí me encantan. Se me hace una música bien padre […] Son historias, historias verdaderas [sobre las] que, además, no podemos hacer oídos sordos en nuestro país, [pues] suceden todo el tiempo. 
Teresa Mendoza vive terriblemente, la suya es una vida que nadie quiere; todo lo que toca, muere; se queda sola. ¡Es horrible! Así que yo no veo dónde está la oda al narcotráfico (CASTILLO K. , "Kate del Castillo habla sin pelos en la lengua de los narcorridos", 2015).
Caso más serio es la propuesta del senador priyista Jesús Casillas Romero hecha el 30 de marzo de 2016, para votar un punto de acuerdo con la finalidad de condenar “cualquier expresión que promueva la violencia de género” y adicionalmente exhortar al retiro de la difusión del videoclip del cantante Gerardo Ortiz, producido para ilustrar el tema de la canción “Fuiste mía” con más de 20 millones de vistas al momento de escribir estas líneas, contra la ridícula cifra de 99 del video en el canal YouTube del senado mostrando el extracto respectivo.


Describiendo de manera sucinta el video en cuestión, el senador consideró que el contenido, al que calificó de “altamente violento, misógino y que atenta contra la dignidad de las personas” (como si no hubiera en la historia de la televisión y el cine obras más terribles y sangrientas), hace apología del delito desde el momento que, al plantear la trama una infidelidad que motiva al protagonista a asesinar, justifica el crimen pasional.

En el video, como en tantas novelas y dramas teatrales o cinematográficos antes, el hombre engañado asesina de un balazo en la frente al amante y rival; luego, dolido, suponemos que veja a la mujer —nunca se muestra el hecho explícito— en la idea de someterla a una “lección” inolvidable, para más tarde encerrarla en la cajuela de un automóvil que incendia en algún paraje, por lo que inferimos que la “inocente” fallece quemada viva en una clara sinécdoque alusiva al dicho popular: quien juega con fuego, acaba quemado.

No nada más incómodo con este violento elemento dramático, el senador abundó en la indignación que le provocó a él (aduciendo que el malestar puede ocurrir a cualquiera, especialmente si es mujer) la escena de sadoerotismo en el baño, sin reparar o hacer mención siquiera a los otros aspectos morales implicados en el tema de la infidelidad o los toqueteos sensuales con que arranca la obra. O sea, sí, es comprensible que la solución dada por el protagonista resulta excesiva; no obstante, la ofensa que la detona no es menor, a menos que se vea a la infidelidad como si una mera ocurrencia, simple tentación en la que cualquiera puede caer.

El video, en realidad, lo que muestra es una versión sintética y de regular calidad de Otelo de Shakespeare, solo que de modo no más explícito sino un poco más desarrollado en su crueldad y el moro (como si la conducta quedara justificada por la barbárica negritud del personaje) también quedó impune a ojos de la justicia humana.

El drama presentado es de gran profundidad humana y tan cotidiano como respirar. Por supuesto me refiero al tema de la infidelidad y la virulenta reacción del amante ofendido, no a la violencia que ejerce pues está visto que hay muchas maneras como los cornudos toman carta en el asunto de la revancha.

La propuesta del senador no atenta a la libertad de expresión tanto como a la posibilidad de, mediante esa libertad, traducir la realidad en mensajes estéticos cuya carga comunicativa dista de ser “didáctica” porque no está en su propósito original.

El día que no podamos contar lo que vemos, oímos, sentimos, pensamos, sabemos o nos enteramos porque, no sea que estemos “justificando” conductas nocivas, ese día no solo habremos dado al traste con el fundamento de la literatura, de las artes plásticas o incluso el arte popular, sino habremos dado la puntilla a la cultura en general con el estilete de la estupidez ya más inclinada a la imbecilidad.
[…] El problema de esto es que se hace una apología del delito. Pareciese más una promoción [del mismo], porque no se nota… no denota que, a consecuencia de estas conductas, el involucrado sea sujeto a la justicia, sea detenido y, por el contrario, queda en completa libertad y […] con una inmensa impunidad.
Es decir, el crítico musical que palpita en el senador habría estado contento si, además de la violencia explícita, el creador también le hubiera sumado en la trama el arresto explícito. Aceptaría tal vez una violencia implícita, censurada, pero no un arresto implícito como está precisamente marcado en el video desde el momento que se incluye como personaje y con escena específica a la autoridad en acción.
Pero el asunto no termina ahí […] El problema es que en este video también participan elementos de la seguridad pública del municipio de Zapopan, Jalisco […] uno de los municipios donde ya se emitió la “alerta de género”. En Jalisco se han cometido más de 550 feminicidios en los últimos años […] y hoy este video parece ir totalmente en [sentido] contrario a lo que las autoridades han determinado para evitar que las mujeres […] sigan siendo violentadas, mancilladas […] (CASILLAS Romero, 2016)
En Zapopan, también, donde hay una de las avenidas más largas dedicadas a establecimientos de bares, table dance y antros variopintos donde prostitución y trata de blancas es negocio de los mismos políticos por intermedio de prestanombres. Donde el narcotráfico ha hecho su colonia. Ahí está el meollo. Atacar al video lleva jiribilla, es pretexto para dos cosas: una, abrir la puerta para asestar un golpe al cártel Nuevo Jalisco; dos, abrir la puerta a la impunidad de los actores políticos en el ámbito de la opinión pública.

Minar, controlar las manifestaciones artísticas como en tiempos de la gran prohibición tiene tentados a muchos, comenzando con el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, hartos del acoso de que son objeto en redes sociales, la Internet, y medios tradicionales y alternativos, como puede ser mi blog Indicios Metropolitanos.

Desde este punto de vista, el senador exhortó a la Secretaría de Gobernación, para que, en el ámbito de su competencia, pudiera emitir una disposición legal para prohibir la difusión del video en cuestión y videos semejantes en lo sucesivo. Exhortó también al presidente municipal de Zapopan y al Congreso estatal de Jalisco a investigar la participación de la Comisaría General de Seguridad y el presunto uso de recursos humanos y materiales en la producción del video. Así, si miramos la historia de la censura en el mundo, se comienza proscribiendo a uno y su obra, y se sigue coaccionando a todo aquel que ose hacer un gesto contrario a la voluntad del Estado.

A este punto de acuerdo, la senadora panista Silvia Garza Galván añadió una propuesta más atrevida y tajante al proponer que además se prohíba la difusión de obras que infundan terror.
[…] Si bien tenemos la libertad de subir, publicar, etcétera, hay una línea muy frágil que estamos rebasando […] Ya pasan cuestiones muy difíciles de superar […] de terror, como para estar difundiendo este tipo de videos que no van con nuestros valores y principios (GARZA Galván, 2016)

Estas virulentas, aunque comprensibles, reacciones de los senadores y de los políticos en general, haciendo “eco” al sentir de una parte de la población, no son sino la superposición de prejuicios morales frente a las propuestas y valores estrictamente estéticos y comunicativos de obras como las comentadas.

Cuando una obra artística es vista con los ojos de la moral, indefectiblemente resulta escandalosa, herética o, en el otro extremo, santificadora. Porque el ojo del artista, en el momento de la creación lo que busca es justo destacar aquello que, o el resto de la sociedad se niega a ver, o no atiende por estar inmersa en otros intereses más egotistas.

El claro desconocimiento de parte de los senadores de lo que implica la producción de una obra narrativa acentúa la equívoca lectura del texto por no atender al contexto; o, viceversa, enfatiza la equívoca lectura del contexto por no detenerse en asimilar los límites narrativo-descriptivos a que está sujeto el texto en su trama básica.

Imagina, lector, lo siguiente: Caperucita camina por el bosque, topa con el Lobo. Charlan. Él la seduce y ella accede a sus requiebres, aun con tintes violentos. Entonces él se la “come” viva, en medio de la soledad del bosque, teniendo por únicos testigos a los árboles y las ruidosas aves en la enramada. Él, satisfecho, se va campante por el camino rumbo a su guarida ignorante de que, en otro punto del sendero, un cazador como él, ávido de pieles, acecha.

Principio básico de todo texto narrativo (literal, musical o icónico) al planearse la trama es que “algo tendrá que ser hecho” y “algo es hecho”, esto supone una estructura elemental ya explicada primero por Aristóteles y más modernamente por una pléyade de autores (Umberto Eco, Roland Barthes, Joseph Campbell, Tzvetan Todorov, y un largo etcétera); sin embargo, desde el momento que toda obra es un ente abierto (a la interpretación) nunca es del todo cerrada. No siempre el autor está obligado a provocar una catarsis, a trazar un desenlace con carácter de moraleja. En muchas obras, lo valioso no es lo que está siendo evidente, en este caso del video lacerante de la sensibilidad de los senadores, sino lo que no lo es, lo que no está. No está el arresto, pero está la policía. Está el incendio y la cajuela, y vemos el cadáver del amante cayendo ensangrentado y a la mujer en lencería de pie junto al vehículo, pero no nos consta que sea quemada viva, porque no es evidente. Eso que no está queda sujeto a la interpretación del espectador, del lector. Inferir una cosa puede ser tan erróneo como inferir su contrario.

Gerardo Ortiz - Fuiste Mía (Official Video) from José Antonio de la Vega on Vimeo.


Leer el video finalmente proscrito tras el triunfo de la intolerancia tras la petición efectuada mediante Chang.org por la periodista queretana Jovana Espinosa (para ver el video incluido escribe la clave "fuistemia1"), no puede pasar ni quedarse en un solo nivel, el superficial. Las imágenes pueden resultar fuertes, provocadoras, sensuales, incitantes de mil maneras, pudo recurrir el creador a muchas fórmulas gráficas tanto más o menos agresivas para la susceptibilidad de los espectadores, ser tan sangriento como un filme de Tarantino o tan anodino como comedia romántica, pero de todos modos obedecen a la historia que la letra de la canción pretende narrar:

Vienes y me tocas el cuerpo
y te llevas mi alma
y no sabes lo que siento,
pero a solas me juras
y en algunas [veces] perjuras
que soy tu deseo.

Tienes un sabor a mentira
[con] que seduces mi vida,
eres tú tan divina;
y me entrego a tu aliento
y al olor de tu cuerpo,
no sabes lo que siento.

Llegas y me llevas al cielo
y me llenas de besos
y me dices “te quiero, corazón”.
Oh, sí, es por esas mentiras
que me endulzan la vida
[que] eres tú mi alegría.
Es mejor que me vayas contando
en qué tiempo fuiste mía.

Llegas y me llevas al cielo
y me llenas de besos
y me dices “te quiero, corazón”.
Oh, sí, es por esas mentiras
que me endulzan la vida
[que] eres tú mi alegría.
Es mejor que me vayas contando
en qué tiempo fuiste mía.

Contrástese la letra con la de otras canciones abordando el mismo tema, como los boleros “Sabrá Dios” y “Se te Olvida” de Álvaro Carrillo, podrá notarse que el dolor ante la afrenta de la infidelidad confirmada o supuesta detona la ira del afectado, la que deriva en una amenaza explícita, en una potencial violencia implícita que, de suscitarse, puede tomar formas de agresión psicológica, la resignación o llegar al extremo del asesinato o el suicidio, y esto independientemente del género de la víctima, porque la obra artística, aunque tomando ejemplo concreto en una situación específica tiene alcance universal:

Sabrá Dios, si tú me quieres o me engañas,
como no adivino, seguiré pensando,
que me quieres solamente a mí.

No tengo derecho en realidad para dudar de ti
y para no vivir feliz, pero yo presiento
que no estás conmigo, aunque estés aquí.

Sabrá Dios, uno no sabe nunca nada,
me dará vergüenza, si este amor fracasa
nada más por mi equivocación.

Y debo estar loco,
para atormentarme sin haber razón,
pero voy a luchar
hasta arrancar ésta ingrata mentira
de mi corazón.

Sabrá Dios, uno no sabe nunca nada,
moriré de pena, si este amor fracasa
nada más por mi equivocación.

Y debo estar loco,
para atormentarme sin haber razón,
pero voy a luchar
hasta arrancar esta ingrata mentira
de mi corazón.
— § —

Se te olvida que me quieres a pesar de lo que dices,
pues llevamos en el alma cicatrices
imposibles de borrar...

Se te olvida que hasta puedo hacerte mal si me decido[1],
pues tu amor lo tengo muy comprometido,
pero a fuerza no será...

Y hoy resulta que no soy de la estatura de tu vida,
y al soñar otros amores se te olvida
que hay un pacto entre los dos[2].

Por mi parte te devuelvo tu promesa de adorarme,
ni siquiera sientas pena por dejarme,
que ese pacto no es con Dios.

La tendencia moralista que intenta oponerse a las formas posibles de ideas como las expuestas en las canciones anteriores querría erradicar toda conducta hiriente, pero ello atentaría con la esencia humana y demuestra más miopía intelectual que caridad solidaria respecto de las víctimas de la violencia.
La opinión de Kate del Castillo sobre los narcocorridos, dada a conocer en noviembre de 2015 durante una entrevista para el programa de “El Bueno, la Mala y el Feo” de la radiomisora 92.1 Uforia Station perteneciente a Univisión de Los Ángeles, la retomó la televisora en el programa “Sal y Pimienta” a casi un mes del escándalo y con un propósito muy característico para mantener analíticamente la atención, que no el seguimiento puntual, sobre una noticia ya para entonces en reposo natural como establece la teoría periodística, he hizo esto argumentando como suspicaz justificación que
[…] Lo interesante es que ella habló unas semanas después —dijo enfatizando Lourdes Stephen, conductora de “Sal y Pimienta” de que se reunió en México, clandestinamente, con Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán.
Aplicando esto de manera específica a la narcocultura, de la que no todo producto cultural como el analizado y señalado por los senadores es parte, entre las conclusiones a que llega Mondaca-Cota:
La narcocultura, habiéndose instaurado como un fenómeno social y cultural, generó ambientes y espacios propicios para construir un conjunto de manifestaciones culturales y crear imaginarios en contextos sociales favorables. Desde lo cultural, diversas formas objetivadas y subjetivadas derivaron en objetos concretos y subjetivos vinculados a la narcocultura, estos dieron forma a una amplia cantidad de componentes materializados en dinero, autos, vestimenta, joyas armas, etcétera, evidenciados en espacios específicos [que …] se convierten en espacios de expresión de la narcocultura. 
Estos componentes configuran visiones del mundo en las prácticas de la vida cotidiana, concepciones del mundo donde el dinero, los excesos y el consumo se traducen en formas de pensar y estilos de vida. La narcocultura se manifiesta a través de la arquitectura, la bebida y la música, la vestimenta, la religiosidad, las creencias, los códigos de honor, entre otros; está presente en los espacios de la ciudad: las calles, los espacios religiosos y de entretenimiento […] 
Pero no sólo en los espacios de la realidad de lo visible se expresa la narcocultura, sino que está en los actos de la ilegalidad y de paralegalidad […] Ahí se cristalizan la impunidad y el poder […] 
Mientras que la función informativa de los narcocorridos cumple con ofrecer datos de la vida real y ser contrapeso de los datos oficiales, la construcción de los mitos también tiene sus efectos en la sociedad. No son solo la ficción y la realidad los componentes que acercan al actor simbólico con la audiencia, sino las leyendas que se tejen a su alrededor […], por lo que el hecho de exponer todo un arsenal de elementos para demostrar la violencia y la muerte, el atrevimiento y los arrojos; el poder y el control, el éxito y los triunfos, etcétera, tiende a conferir significaciones que sobrepasan lo real de lo imaginario, como foco de atención. Vistos como crónicas, los narcocorridos contienen representaciones de orden mítico, “a veces inventado”, como bien dicen los actores juveniles y lo confirman algunos compositores y productores de música, “pa’que sea creíble”, “pa’que venda más”. Es esa función mítica la que reinventa el mundo de los narcotraficantes y alimenta aún más la vida cotidiana (MONDACA-COTA, 2012, págs. 323-325)
Permitir que acuerdos legislativos retrógrados como el propuesto por el senador Casillas o la “Ley Beltrones” o la “Ley Fayad” pasen a mayores, abriría la puerta no a la censura y el control estatal, sino a la coacción misma impuesta sobre los creadores al más puro estilo macartista. Eso sí es lo que no podemos permitir los mexicanos como sociedad y nación, porque sería un retroceso en lo obtenido en materia de garantías individuales. Ya bastante se movió el tapete al aprobar los diputados reformas en materia del “estado de excepción” (LA JORNADA, 2016).

Voy de acuerdo en que cierto grado de censura estimula a la creatividad, porque obliga al creador a encontrar e inventar nuevas formas de expresión, a sorprender, pero esto requiere igualmente un público educado para comprender los juegos metafóricos resultantes y, por desgracia, los niveles educativos de nuestro país han demostrado que la capacidad para la comprensión lectora de la población está por los suelos. Así, hacer mensajes elaborados e incomprensibles para la mayoría significaría más bien un golpe mortal y deterioro de la industria cultural nacional, ya bastante vapuleada por otros motivos.

No es por medio de iniciativas legislativas y legaloides como los políticos van a resarcir el déficit educativo imperante. El arte no tiene entre sus funciones preponderantes ser didáctico en materia de valores. Sí, toda obra carga en sí misma el bagaje axiológico de su creador y la cultura en que se gesta, pero no está en su objetivo primordial más que “enseñar”, en tanto mostrar un punto de vista sobre determinado tema. El resto es tarea del lector.



[1] Subrayado mío.
[2] Alguna versión, como la cantada por Luis Miguel, cambia este verso para decir: que al dejarme casi, casi se te olvida / que hay un pacto entre los dos

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